«OPERATIVO» Y
«ESPECULATIVO»
En toda
civilización tradicional toda actividad del hombre, cualquiera que
sea, siempre se considera como derivando esencialmente de los
Principios; eso, que es concretamente verdad para las ciencias, lo es
otro tanto para las artes y los oficios. Por este vinculamiento a los
principios, la actividad humana, se podría decir, es como
«transformada», y, en lugar de ser reducida a lo que es en tanto que
simple manifestación exterior (lo que es en suma el punto de vista
profano), es integrada en la tradición y, para el que la cumple,
constituye un medio de participar efectivamente en ésta, lo que
equivale a decir que reviste un carácter propiamente «sagrado» y
«ritual». Por eso es por lo que se ha podido decir que, en una tal
civilización, «cada ocupación es un sacerdocio».
Si el oficio es
algo del hombre mismo, y como una manifestación o una expansión de su
propia naturaleza, es fácil comprender que pueda servir de base a una
iniciación, e incluso que sea, en la generalidad de los casos, lo que
hay de mejor adaptado a este fin. En efecto, si la iniciación tiene
esencialmente por meta rebasar las posibilidades del individuo humano,
por eso no es menos verdad que no puede tomar como punto de partida
más que a este individuo tal cual es, pero, bien entendido, tomándole
por su lado superior, es decir, de los medios puestos en obra a título
de «soportes».
Puesto que la forma
de la iniciación masónica está ligada a un oficio, y puesto que sus
símbolos y sus ritos, toman esencialmente su apoyo en el oficio de
constructor, se ha llegado a confundir «operativo» con «corporativo»,
deteniéndose así en el aspecto más exterior y más superficial de las
cosas, así como es natural para aquel que no tiene ninguna idea y ni
siquiera ninguna sospecha de la «realización» iniciática. Así pues, la
opinión más extendida podría formularse así: los masones «operativos»
eran exclusivamente hombres de oficio que poco a poco «aceptaron»
entre ellos, a título honorífico a personas extrañas al arte de
construir; pero, finalmente, ocurrió que este segundo elemento devino
predominante, y es de eso de donde resultó la transformación de la
Masonería
«operativa» en la Masonería
«especulativa», que no tiene ya con el oficio más que una relación
ficticia o «ideal». Esta Masonería «especulativa» data, como se sabe,
de comienzos del siglo XVIII; pero algunos, constatando la presencia
de miembros no obreros en la antigua Masonería «operativa», creen
poder concluir de ello que esos eran ya Masones «especulativos».
Pero antiguamente
no había otra distinción que la de los masones «libres», que eran los
hombres de oficio, y de los Masones «aceptados», que, ellos sí, no
eran profesionales, y entre los cuales se hacía un sitio aparte a los
eclesiásticos, que eran iniciados en Logias especiales (llamadas
Lodges of Jakin, y el «capellán» mismo se llamaba Brother Jakin)
en la antigua Masonería «operativa» para poder desempeñar la función
de «capellán» en las Logias ordinarias. Pero los unos y los otros eran
igualmente miembros de una única y misma organización, que era la
Masonería
«operativa»; ¿y cómo habría podido ser de otra manera, cuando ninguna
Logia habría podido funcionar normalmente sin estar provista de un
«capellán», y por consiguiente sin contar al menos con un Masón
«aceptado» entre sus miembros? Por lo demás, es exacto que es entre
los Masones «aceptados» y por su acción como se ha formado la Masonería
«especulativa».
En todo caso, el
paso de lo «operativo» a lo «especulativo», muy lejos de constituir un
«progreso» como lo querrían los modernos que no comprenden su
significación, es exactamente todo lo contrario desde el punto de
vista iniciático; hablando propiamente, no implica forzosamente una
desviación, pero sí al menos una degeneración en el sentido de una
mengua que consiste en la negligencia y el olvido de todo lo que es
«realización», puesto que eso es lo verdaderamente «operativo».
En el caso de una
iniciación «especulativa» la transmisión iniciática subsiste siempre,
puesto que la «cadena» tradicional no ha sido interrumpida; pero, en
lugar de la posibilidad de una iniciación efectiva, no se tiene más
que una iniciación virtual, y condenada a permanecer tal por la fuerza
misma de las cosas, puesto que la limitación «especulativa» significa
propiamente que esa etapa ya no puede ser rebasada, dado que todo lo
que va más lejos del orden es «operativo» por definición misma. Eso no
quiere decir que los ritos ya no tengan efecto ya que siguen siendo el
vehículo de la influencia espiritual; pero, por así decir, este efecto
se «difiere» en cuanto a su desarrollo «en acto», y es como un germen
al que le faltan las condiciones necesarias para su eclosión, puesto
que estas condiciones residen en el trabajo «operativo», únicamente
por el cual la iniciación puede hacerse efectiva.
A este propósito,
debemos insistir todavía sobre el hecho de que una tal degeneración de
una organización iniciática no cambia no obstante nada de su
naturaleza esencial, y que incluso la continuidad de la transmisión
basta para que, si se presentaran circunstancias más favorables, sea
siempre posible una restauración, debiendo concebirse entonces esta
restauración necesariamente como un retorno al estado «operativo».
Por otra parte, la
inferioridad del punto de vista «especulativo» muestra todavía que el
«pensamiento», cultivado por sí mismo, no podría ser en ningún caso el
trabajo de una organización iniciática como tal. Esta no es un grupo
donde se deba «filosofar» o librarse a discusiones «académicas», como
tampoco a cualquier otro género de ocupación profana. La «especulación
filosófica», cuando se introduce aquí, es ya una verdadera desviación.
Por tanto, se puede
siempre aplicar los términos de «operativo» y «especulativo»
haciéndolos corresponder respectivamente a la iniciación efectiva y la
iniciación virtual.
Extractado de: René Guenón, Apercepciones sobre
la Iniciación,
capítulo XXIX.
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